No creí escribir esto tan pronto. Pero ya sabía que sería más temprano que tarde.
Este supuesto amor no estaba destinado a ver la luz del día, permaneciendo entre las sombras de un romántico callejón alternativo en el norte de México. Ahí estaremos guardados siempre, en el viento que nos hizo cosquillas en la nariz mientras tu mano jugaba con la mía.
¿Qué hago ahora?
No voy a morirme, pero siento que me desvanezco. Es solo un drama más por parte de una veinteañera con delirios de poeta, pero en mi carne arde cada segundo de este duelo; le estoy llorando a un ataúd vacío.
Lloro la partida de alguien que aún palpita, que aún camina, respira, ama y ríe. Pero no conmigo y no para mí. A veces, —desde lo más egoísta de mi alma—, deseo que no vuelvas a amar. No sin mí.
Y tú, ¿qué vas a hacer?
¿Cómo?, dime cómo vas a hacerle ahora, hombre. Ahora que sabes que te han entregado el alma, el corazón, el cuerpo y la mente como es debido; y cual ofrenda en altar, permanecerán inmóviles estos atributos hasta que decidas tomarlos.
Estoy molesta contigo y conmigo.
Contigo, por haberme dado todo lo que necesitaba en el momento correcto con las intenciones incorrectas. ¿Por qué me besaste así?, con fuerza en tu cuerpo y piedad en tu rostro, con los mismos labios que enunciaron el “no quiero lastimarte”, pero aquellos que igual se niegan a decirme un misericordioso adiós. Estoy tan enojada contigo por comprimir en dos meses la adrenalina de un amor eterno.
Conmigo, estoy inconsolablemente furiosa. Rompí mis propias reglas por jugar en tu tablero y resulté perdiendo. Me quiero arrancar la piel cada vez que recuerdo tu saliva escurrir sobre mí; grito torturada, ni siquiera bajo tu mano, si no bajo la de una Cielo enamorada, ciega, estúpida.
Esta carta te la escribo desde mi ebriedad, pues no hay manera en la que sobria te dedique mis letras sin romper en llanto. Saco mi coraje, mi furia, y a la vez mi vulnerabilidad en este momento tan personal, donde solo me queda confesar lo estúpida que luzco dedicándote letras, letras y más letras que —desgraciadamente— sé vas a leer, pero no provocará otra cosa más que lástima en ti.
Casi lo fuimos todo, y por casi nada, nos vamos con las manos vacías.
Yo sé que no estoy consciente en este momento, pero si de algo estoy segura es que el amor no faltará en tus manos si me eliges. No pasarás hambre, porque te daré mi corazón al vapor, y no conocerás el sufrimiento, porque yo lo engulliré antes de que lo percibas cerca.
Nunca voy a comprender el porqué eres alérgico a aceptarme como la mujer que te ama. Y siento que simplemente no te gusta que yo te quiera tanto. Y a mí no me gusta —ni siquiera que no me quieras igual— que no me aceptes así de intensa. Tengo la culpa por no saber amar a medias, y por no separar líneas entre los casi algo y los casi nada. Yo casi me vuelvo loca por dártelo todo.
Mi versión de hace 2 años hubiera llorado leyendo esto. Te entiendo ... Solo puedo decir que como todo en l vida, esto también pasará
Que fuerte. Te entiendo hermana!